SANTA MARÍA MADRE DE DIOS
01 DE ENERO DEL 2012
MARIA, ENSEÑANOS A MEDITAR
SALMO: Sal 66: El Señor tenga piedad y nos
bendiga.
2°
LECTURA: Gál. 4, 4-7: Envió Dios a su
Hijo, nacido de una mujer.
EVANGELIO: Lc. 2, 16-21: Encontraron a María y a
José, y al niño. A los ocho días, le pusieron por nombre Jesús.
El evangelio traza aquí un
retrato de María que la convierte en nuestra maestra espiritual: “Su madre
conservaba todos estos sucesos en sus memoria y los meditaba en su corazón”. Es
la fe en una tarea de profundización. Nadie podría ahondar tan dentro como María,
nadie tendrá que vivir unas cosas tan maravillosas. Ella era judía, educada al
estilo judío. Convertirse en madre del Mesías fue algo que la deslumbró y la
colmó: todas las jóvenes judías soñaban con ello. El primer acontecimiento
desconcertante fue aquella concepción virginal tan extraña: ¡No conozco varón!.
Y a continuación se muestra deseosa de saber la verdad, no ya aplastada por la
verdad, sino con ansias de preguntar: ¿Cómo voy a ser madre?. El espíritu
vendrá sobre ti.
Empezaba
así a meditar. María emprendía un camino de cuestiones cada vez más acuciantes.
Ella, la judía tendrá que ir aceptando poco a poco la idea de que el Dios único
tiene un Hijo ¡Y que ese Hijo es Jesús! Tuvo que ir haciéndose a la idea de que
el Mesías glorioso era aquel niño que vivía en una humilde aldea y en una
familia de obreros. Como todos los niños. Después de cierta agitación en el nacimiento,
la inmersión en el silencio de una vida vulgar. Vino luego el episodio de los
doce años de Jesús. Su independencia tan poco habitual y su repuesta, insolente
si no hubiera encerrado un gran misterio: ¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que
tengo que estar en la casa de mi Padre? No, no lo sabían, se atreve a decir;
“no lo comprendieron”. Se dice a veces de una persona que se ve desbordada por
los acontecimientos. María se vio desbordada. Pero siguió siendo profundamente
receptiva: “guardaba todo aquello en su corazón”. Medita, recoge los hechos,
las palabras, las luces. El delante los hechos y las palabras de su hijo
extraño - ¡extranjero!- lejos de cerrarla ante lo inaccesible, la irán abriendo
y levantando cada vez un poco más hacia el misterio; ¿Quién eres tú, tú que
eres mi hijo?”.
Jesús
ve esta triple tarea de apertura de meditación y de adaptación. Cuando una
mujer superficialmente emocionada, le grita “¡Dichoso el vientre que te llevó y
los pechos que te criaron!”. Le respondió con una invitación a una profundidad
mayor: “Mejor: “dichosos los que escuchan el mensaje de Dios y lo cumplen!”
(Lc. 11, 27-28). ¿Por qué no acudimos a
esta escuela de la fe? No sólo hacia un modelo de alma contemplativa, sino
hacia una madre que se siente tan feliz de ayudarnos a que nos adaptemos también
nosotros al misterio. La fe cristiana no es fácil; lo vemos al oír a quienes la
abandonan y al palpar nuestra propia mediocridad. No basta con haber escuchado vagamente unas palabras, hay
que recibir con avidez las palabras y los acontecimientos para progresar luego
hacia todo el misterio de Jesús a fuerza de meditaciones. Como aquella que fue
la primera en recorrer todo el camino. Y que puede guiarnos a nosotros.
Pbro. Roland Vicente Castro Juárez