domingo, 1 de enero de 2012

COMENTARIO DOMINICAL DEL 01 DE ENERO DEL 2012

SANTA MARÍA MADRE DE DIOS
01 DE ENERO DEL 2012

MARIA, ENSEÑANOS A MEDITAR

 1° LECTURA:  Núm. 6, 22-27: Invocarán mi nombre sobre los israelitas y yo los bendeciré.
SALMO:  Sal 66: El Señor tenga piedad y nos bendiga.
2° LECTURA:   Gál. 4, 4-7: Envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer.
EVANGELIO:   Lc. 2, 16-21: Encontraron a María y a José, y al niño. A los ocho días, le pusieron por nombre Jesús.

El evangelio traza aquí un retrato de María que la convierte en nuestra maestra espiritual: “Su madre conservaba todos estos sucesos en sus memoria y los meditaba en su corazón”. Es la fe en una tarea de profundización. Nadie podría ahondar tan dentro como María, nadie tendrá que vivir unas cosas tan maravillosas. Ella era judía, educada al estilo judío. Convertirse en madre del Mesías fue algo que la deslumbró y la colmó: todas las jóvenes judías soñaban con ello. El primer acontecimiento desconcertante fue aquella concepción virginal tan extraña: ¡No conozco varón!. Y a continuación se muestra deseosa de saber la verdad, no ya aplastada por la verdad, sino con ansias de preguntar: ¿Cómo voy a ser madre?. El espíritu vendrá sobre ti.
Empezaba así a meditar. María emprendía un camino de cuestiones cada vez más acuciantes. Ella, la judía tendrá que ir aceptando poco a poco la idea de que el Dios único tiene un Hijo ¡Y que ese Hijo es Jesús! Tuvo que ir haciéndose a la idea de que el Mesías glorioso era aquel niño que vivía en una humilde aldea y en una familia de obreros. Como todos los niños. Después de cierta agitación en el nacimiento, la inmersión en el silencio de una vida vulgar. Vino luego el episodio de los doce años de Jesús. Su independencia tan poco habitual y su repuesta, insolente si no hubiera encerrado un gran misterio: ¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que tengo que estar en la casa de mi Padre? No, no lo sabían, se atreve a decir; “no lo comprendieron”. Se dice a veces de una persona que se ve desbordada por los acontecimientos. María se vio desbordada. Pero siguió siendo profundamente receptiva: “guardaba todo aquello en su corazón”. Medita, recoge los hechos, las palabras, las luces. El delante los hechos y las palabras de su hijo extraño - ¡extranjero!- lejos de cerrarla ante lo inaccesible, la irán abriendo y levantando cada vez un poco más hacia el misterio; ¿Quién eres tú, tú que eres mi hijo?”.
Jesús ve esta triple tarea de apertura de meditación y de adaptación. Cuando una mujer superficialmente emocionada, le grita “¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron!”. Le respondió con una invitación a una profundidad mayor: “Mejor: “dichosos los que escuchan el mensaje de Dios y lo cumplen!” (Lc. 11, 27-28). ¿Por qué  no acudimos a esta escuela de la fe? No sólo hacia un modelo de alma contemplativa, sino hacia una madre que se siente tan feliz de ayudarnos a que nos adaptemos también nosotros al misterio. La fe cristiana no es fácil; lo vemos al oír a quienes la abandonan y al palpar nuestra propia mediocridad. No basta con  haber escuchado vagamente unas palabras, hay que recibir con avidez las palabras y los acontecimientos para progresar luego hacia todo el misterio de Jesús a fuerza de meditaciones. Como aquella que fue la primera en recorrer todo el camino. Y que puede guiarnos a nosotros.
Pbro. Roland Vicente  Castro Juárez