sábado, 4 de febrero de 2012

COMENTARIO DOMINICAL DEL 05 DE FEBRERO DEL 2012

LAS SIRVIENTAS Y LOS SERVIDOS

 1° LECTURA: Job. 7, 1-4. 6-7: Mis día se consumen sin esperanza.
SALMO: Sal 146: Alaben al Señor, que sana los corazones destrozados.
2° LECTURA: 1Cor. 9, 16-19. 22-23: ¿Ay de mí si no anuncio el Evangelio!.
EVANGELIO: Mc. 1, 29-39.: Curó a muchos enfermos de diversos males.

Jesús es el hombre de los caminos, de la gente y de la oración en los lugares  desiertos. Pero conoció también el calor de una casa en donde uno está seguro de ser bien recibido. Pensemos en Betania, en la casa de Lázaro, Marta y María. Pero hubo otro sitio en donde se sintió más en su casa: la casa de Pedro y de Andrés en Cafarnaún. La página  que se nos propone es tan rica que nos detenemos poco en el primer episodio, la curación de la suegra de Pedro. Sin embargo también aquí hay materia  de reflexión. Está claro que Marcos recoge lo que le contó el mismo Pedro. Mi suegra estaba en cama con fiebre muy alta. Llegó Jesús se lo dijimos, él se acercó, la tomó por la mano y la levantó, la fiebre le dejó y ella se puso a servirnos. Fíjense bien en dos palabras: “La levantó” y “se puso a servirles”. Como el milagro es siempre una enseñanza, el evangelista quiere indicarnos que el poder de Jesús nos puede levantar para que nos convirtamos en personas que sirvan. Todo esto ocurre “en la casa”. Y la mujer que sana Jesús es la que le ofrece su hospedaje. ¡Qué seguramente no parará mientras Jesús estaba allí!. Ahora sólo tiene a los cuatro preferidos: Pedro, Andrés, Santiago y Juan. Pero pronto tendrá  a los doce, con sus esposas y sus hijos. ¡Y la gente!. Marcos dice un poco más adelante: “Acudían a él de todas partes, de forma  que no le dejaban tiempo ni para  comer”. Todo esto no le  resulta   muy   agradable  a  la  dueña  de la casa que ve cómo se le enfría la comida. Nos imaginamos a la suegra de Pedro haciendo frente a todo aquello, como tantas mujeres que  tienen el genio de la hospitalidad con todo lo que esto supone de generosidad y de discreción. “Les estuvo sirviendo”. Vale la pena meditar sobre “las sirvientas”. Tanto si nos sentimos llamados nosotros mismos a esta vocación como si necesitamos tomar más  conciencia de nuestra actitud con todas esas personas abnegadas. Bromear jamás con la palabra  suegra. Las caricaturas y los chistes crean una atmósfera malsana en torno a una función que es muy delicada: no obligar a un hijo a dividirse entre madre  y esposa, ayudar a una nuera a ser discreta y paciente y  cuidar con gusto de los niños sin querer educarlos al margen de lo que piensan los padres. Quizás sea el momento con ocasión de este evangelio, de examinar nuestro comportamiento y nuestras palabras ante el Señor que cura todas las malas fiebres. Esposa, madre, suegra o soltera, una mujer suele hospedar a otros con frecuencia.
Si le propongo que se vea sirviendo a Jesús y a sus apóstoles, quizás se ponga  a reír o ponga mala cara: ¡Esos hombres a los que intenta dar buena cama y comida no son Jesús!.
Pero  le invadirá cierto gozo al pensar en su misión: asegurar unas condiciones de vida que permitan a los apóstoles vivir felices y tranquilos.
Pbro. Roland Vicente Castro Juárez