LO VISIBLE Y LO
INVISIBLE
1° LECTURA: Isaías
43, 18-19. 21-2. 24b-25: Por mi cuenta borrara tus crímenes.
SALMO: Sal 40:
Sáname, Señor porque he pecado contra ti.
2° LECTURA:
Cor. 1,
18-22: Jesús no fue primero “sí” y luego “no” en él todo se ha convertido en un
“si”.
EVANGELIO: Mc 2, 1-12: El
Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados.
Después de
recorrer durante algunas semanas las tierras de Galilea, Jesús regresa a
Cafarnaún y se hospeda en la casa de Pedro (1,29). Todos acuden a ver lo que
pasa y a escuchar lo que dice. Pero la situación de Jesús ha cambiado
sensiblemente: En la concurrencia se han mezclado unos emisarios de Jerusalén,
que vienen a inspeccionar lo que ocurre. Son escribas, pertenecientes al grupo
más activo del partido de los fariseos. Con su aparición en escena comenzará un
conflicto, que habrá de terminar en Jerusalén con la muerte del Maestro.
Pero la fe del pueblo y la confianza en el poder curativo
de Jesús sigue creciendo. Buena prueba de ella es la pintoresca narración que
nos ofrece Marcos en este evangelio. Unos hombres llevando consigo en andas a
un pobre paralítico, tratan de acercarse a Jesús. Al encontrar la puerta
cerrada por la multitud que se agolpa ante ella, estos hombres suben a la
terraza, por la escalera exterior, y abren un boquete para descender la camilla
y posarla ante los pies de Jesús. El Maestro valora la fe de estos hombres y
del enfermo, a quien le dice que le son perdonados sus pecados. Seguramente, el
enfermo tiene un cierto sentido de culpabilidad, al pensar que Dios le ha
castigado por sus pecados. Jesús le tranquiliza.
Aunque las palabras de Jesús podían entenderse como
la declaración de que Dios mismo perdona los pecados, los escribas, que no
pierden palabra ni detalle, entienden que Jesús se arroga una competencia que,
según las Escrituras, pertenece exclusivamente a Dios. Sólo Dios puede perdonar
los pecados, piensan estos escribas, y acusan en su interior de blasfemo a
Jesús.
Jesús se da cuenta de lo que murmuran y piensan en
sus adentros. Y se dispone a dar una señal no sólo para mostrar que Dios
perdona los pecados, sino también que él, el Hijo del Hombre, tiene poder para
perdonar pecados sobre la tierra. El perdón de los pecados no es un hecho
constatable por la experiencia objetiva, y así es más fácil decir "tus
pecados te son perdonados", pues eso no se puede comprobar, que decir
"levántate y anda". Pero ambas palabras son igualmente difíciles de
pronunciar con verdad y autoridad.
Los escribas debían haber admitido que el que es
capaz de decir a un paralítico que se levante y conseguirlo efectivamente, es
capaz también de perdonar los pecados, aunque este hecho no pudieran
comprobarlo en sí mismo.
Jesús no se contenta con perdonar los pecados, sino
que, para que veamos que el perdón es real, cura también las enfermedades del
cuerpo. Por otra parte, Jesús muestra que ha venido a salvar integralmente al
hombre, en alma y cuerpo.
Pbro. Roland Vicente Castro Juárez
rolancaju@gmail.com